viernes, 10 de julio de 2020

MANIFIESTO... MALENY

Extiendo mis palabras a manera de abrigo para mis sueños, palabras más palabras menos que me daría gusto cualquiera pudiera destruir, remplazar, revocar, destazar, aniquilar, romper, morir, pues aquellas que no se lleven a la acción de nada nos sirven, mejor que mueran o mejor que alguien las haga suya. 
Que mi manifiesto es un mierda, que ya lo habÍa dicho Pinter, “nos gusta que nos metan la cara en la mierda y para eso esta hecho el teatro.
Es una enfermedad, calor fiebre fatiga, es como si enloqueciera, la sensación de las viseras explotando, el pulso y el latido del corazón se intensifican;  ya no hablemos de actores, ya no hablemos de espectadores, enunciemos el punto y la palabra, la velocidad del tiempo, repite repite repite que no haya memoria, que no haya memoria, que no haya memoria que el tiempo no te alcance…
los ojos que enrojecen, se inflaman desmesuradamente, se vuelven vidriosos, la lengua se pone blanca, después roja y luego negra, el teatro expulsa la podredumbre interior, y con frecuencia la vida. 
Yo me sacrifico. Entre dar y recibir, yo quiero santificarme como aquella que dijo: robaras una voz rescataras un eco, un arrepentimiento, no un deseo; llévate entre las manos tejidas con tu ingenio estas dos conchas huecas de palabras, no quiero. 
Como el cólera blanco el teatro mas dañino es aquel que ocultan los hombres.
Al abrir el cadáver del pestífero, la vesícula biliar se ve inflamada, conteniendo un liquido negro, tan denso que parece una nueva materia, la sangre es también negra y la carne tiene la dura resistencia de la tierra. 
Quiero espacios que me permitan enunciar, con la voz, con mi cuerpo, con mi presencia, la locura de mis palabras, porque hay muchos que alzarían estas mismas palabras, que las dirían por calles y plazas si el miedo no les cerrara la boca.
Y el oráculo se hace presente, siempre presente, como un claro del bosque, pero a este no hay que buscarlo, no hay que buscarlo es la lección inmediata de los claros del bosque, no hay que ir a buscarlos, ni tampoco buscar nada de ellos, hay que hacerlos en uno mismo. Pues bien, mi claro del bosque es el teatro, mi enfermedad, es el teatro; parasito rebelde de locura en mi en mi entraña, deseo de desgarrar por dentro sin herir las paredes condensando la sangre.
Ya me lo había dicho Artaud, y le creo el teatro es como la peste. 


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