jueves, 4 de junio de 2020

Monólogo de Andy Warhol
Creo ser Andy Warhol. No tengo memoria. Cada día es un nuevo día porque no recuerdo el día anterior. Cada minuto es como el primer minuto de mi vida. Intento recordarlo pero no puedo. Antes de que me pegaran un tiro pensaba que estaba aquí más a medias que por entero: siempre creí estar viendo la tele y no la vida real. La gente dice a veces que las cosas que pasan en el cine no son reales, pero lo cierto es que lo que no es real son las cosas que pasan en la vida real. Las películas hacen que las emociones sean tan fuertes y reales que las cosas que te ocurren en la realidad son como si las vieras en la tele: no sientes nada.
Desde el instante en que me dispararon, he sabido que miraba la televisión.
Los individuos ocupan el espacio –lo dominan– de formas muy distintas. Los tímidos ni siquiera quieren ocupar el espacio que efectivamente ocupa su cuerpo, mientras los atrevidos quieren ocupar el máximo espacio posible.
Antes de los medios de comunicación, había un límite físico que podía ocupar una persona. Creo que los seres humanos son los únicos que saben cómo ocupar más espacio que el que realmente ocupan, porque con los medios de comunicación puedes quedarte quieto y aun así llenar el espacio con discos, películas y por encima de todo con el teléfono y no digamos con la televisión.
Algunos deben volverse locos al percatarse de todo el espacio que han conseguido dominar. Si fueras estrella del mayor espectáculo de televisión y una noche caminaras por cualquier calle norteamericana mientras estuvieras al aire, y si miraras por las ventanas y te vieras en la televisión de todas las salas de estar, ocupando parte de su espacio, ¿podrías imaginar cómo te sentirías?
Creo que nadie, por más famoso que sea en otros campos, podrá sentirse jamás como una estrella de televisión. Ni siquiera la mayor estrella de rock, cuyos discos están dondequiera que vayas por todos los sistemas radiofónicos, puede sentirse tan peculiar como el que sabe que está regularmente en la televisión de todos. Por más pequeño que sea, dispone de todo el espacio que jamás nadie pudo ambicionar, allí mismo en el aparato de televisión.
Cuando compré mi primer aparato de televisión, dejé de preocuparme por buscar relaciones íntimas con otra gente. Me habían herido hasta el grado en que sólo te pueden herir si te importa mucho. De modo que supongo que me importó mucho en aquellos tiempos en que nadie había oído aún hablar de “arte pop” o de “películas underground” o de “superstar”.
De modo que a finales de los cincuenta empecé la relación con mi televisor que sigue hasta hoy. Juego en mi cuarto con hasta cuatro aparatos a la vez. Pero no me casé hasta 1964, fecha en que compré mi primer grabadora. Mi esposa. Hace diez años que estamos casados mi grabadora y yo. Mucha gente no lo comprende.
Al adquirirla se acabó cualquier vida emocional que yo pudiera haber tenido, pero me alegré de que así fuera. Nada volvió a ser un problema, porque un problema simplemente quería decir una buena cinta de grabar, y cuando un problema se transforma en una buena cinta, deja de ser un problema. Un problema interesante era una cinta interesante. Todos lo sabían y actuaban para la cinta. No podías distinguir qué problemas eran reales y qué problemas se exageraban para la cinta. Aún mejor, la gente que te contaba sus problemas ya no podía decirte realmente si tenía realmente problemas o simplemente los representaba.

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